ROBERTO: visceral relato sobre la intimidad


Por Angélica Aguilar

 

En un departamento sencillo, a través del noviazgo de Roberto y Julia, podemos atender a una exploración de la culpa, la responsabilidad, la dependencia y el miedo. Además, de manera convincente, esta obra teatral nos hace apreciar que no hay una sola narrativa alrededor de la violencia, pues, más allá de la dinámica entre victimario y víctima, están las mentiras.

Estas mentiras son las que nos decimos a nosotras mismas, las que decimos ante quienes nos rodean, las que se inventan sobre nuestra persona y tantas más. Gracias a lo que Roberto y Julia nos dicen sobre su relación, podemos ver que su amor no sólo no es lo que aparenta, sino que todo es un gran relato. Entonces, ¿son meros relatos aquello que decimos sobre nuestras violencias y nuestro amor? ¿Qué pasa cuando estos relatos son más grandes que nosotros?

Verdaderamente resulta desastroso que Roberto y Julia parecen atarse a lo que han hecho de sí mismos, ya que se desconocen más allá de la violencia, la carencia y los ideales de los que participan. A lo largo de la obra podemos conocer a Julia y a Roberto por lo que cuentan uno del otro, así como mediante lo que dicen de su persona. Esto complica saber cómo son las cosas en realidad, ya que hay diferentes afirmaciones y acciones que contradicen a momentos lo anteriormente sugerido por alguno de los personajes. Sumado a lo anterior está la aparición de Tania -hermana de Julia-, quien trae consigo su propia carga de problemas, así como el peso de la realización: la violencia también es transgeneracional. Todo es representado gracias a actuaciones que se aprecian como honestas y comprometidas; en ellas se combinan el nerviosismo propio de los personajes -lo que refuerza el sentimiento de hallarse en un departamento construido a base de mentiras-, su incomodidad, su dolor, así como sus esfuerzos por autoconvencerse al respecto de varias situaciones.

 

 

De igual manera, la obra se muestra sincera desde un inicio; nos brinda un único espacio, un lapso de tiempo nada excedido dentro del cual ocurren los eventos, un trío de personajes y unas cuantas interacciones entre los mismos. No hay nada más y nada menos. Lo anterior, junto con una duración que para nada juega con la paciencia de quien expecta, brindan una experiencia bastante concisa, no sólamente en lo que ofrece a través de su realización, sino en lo que se refleja en escena. Hay cierta sutilidad en lo que plantea esta obra, en su forma de permitir que los personajes cobren, por su propio desenvolvimiento, fuerza. Hay también un uso del tiempo que permite que las acciones ocupen el espacio, que éstas logren tener una gravedad particular.

Puede que la consistencia de esta propuesta no se halle únicamente en el trabajo de Isadora Cabrera -la dramaturga en turno-, sino en todas las manos que han colaborado en su realización; hablo de Ignición Teatro, un colectivo teatral emergente. Se nota que tras esta apuesta teatral no sólamente se hallan como impulsoras las ganas de destacar, sino las inquietudes que acompañan a la juventud; es decir, gracias a lo representado por los personajes puede apreciarse que la obra gusta de confrontarnos con nuestras propias ideas, sentimientos, posiciones y acciones. Es precisamente esto lo que se acompaña de gran manera con la sinceridad que mencionaba anteriormente, pues las acciones mostradas en escena se sienten repletas de una duda genuina, así como de la urgencia de quien comprende la gravedad que acompaña a cada una de las palabras y de los gestos de ROBERTO.

 

 

Estamos ante una obra que para nada intenta volver graves o exaltar los tópicos que aborda; al contrario, comprende que por sí mismos son lo suficientemente fuertes, comunes y problemáticos. La violencia acompaña cada uno de nuestros días en la vida contemporánea, sin importar si reparamos en ella o no. ROBERTO sabe que es así, y no se detiene en retratar la violencia en el hogar -situación, tristemente, nada rara para muchas de nosotras-, sino que profundiza en las dificultades que suelen acompañar a la violencia. No obstante, ROBERTO no se confunde en lo que intenta retratar. Esta obra no es un retrato general de la violencia, así como tampoco ronda la violencia de las parejas bajo una burda generalidad. Queda claro que aquí se está ante una violencia particularmente preocupante hoy en día: la violencia contra las mujeres. Afortunadamente logra apreciarse en el trabajo de dirección cierta sensibilidad y cuidado ante la manera de retratar estas situaciones, así como en la manera de ponernos de cara ante una problemática tan compleja.